Francisco José de Goya y Lucientes de España fue un pintor y grabador muy famoso del siglo XVIII. Su inmensa popularidad se atribuye a su estilo de pintura europeo, que logró la apreciación de los reyes y reinas europeos. «El Parasol» o «El Quitasol» de Goya, pintado en 1777, es, con diferencia, su cuadro más exitoso. La mayoría de sus pinturas estaban centradas en mujeres, incluida ésta. Goya creó «El Parasol» cuando el Príncipe y la Princesa de Asturias le llamaron a Madrid para pintar dibujos animados para el tapiz de su comedor en el Palacio Real del Pardo de Madrid. Una copia de «El Parasol» fue tejida en lana para colgarla en el palacio.

Esta pintura al óleo sobre lino, de 104 cm x 152 cm, es conocida por su brillante combinación de colores y brillo. «El Parasol» o «El Quitasol» representa a una mujer joven y bonita sentada en una colina con un abanico doblado en la mano derecha. Vestida al estilo francés de entonces, lleva una falda amarillo brillante con una blusa azul forrada de piel y un chal marrón oscuro. Un pañuelo rojo adorna su cabeza. En su regazo, descansa un pequeño cachorro blanco y negro. A su lado, hay un joven vestido con estilo Majo o Maja. Lleva un abrigo marrón con un chaleco de color rojo claro. Sostiene una «sombrilla» (paraguas) de color verde brillante justo encima del rostro de la mujer. El brazo izquierdo del hombre está plegado para descansar sobre su cintura. El abanico plegado, la «sombrilla» y el cachorro sugieren que la mujer sigue la moda francesa y pertenece a una familia real, lo que le crea un aire de vanidad. Al fondo, las ramas frondosas de un árbol alto, inclinadas frente a las dos figuras humanas, representan el tiempo ventoso. Hacia el lado derecho de la damisela existe un alto muro de piedra. Por tanto, Goya ha colocado expresamente todos los colores brillantes, como el verde, el azul, el rojo y el amarillo en el centro de la imagen para crear un efecto alegre, que se ajustaba exactamente a los deseos de la familia real. La sonrisa coqueta de la protagonista junto a su mirada directa añade la vivacidad del cuadro y le da un toque clásico.

Las imágenes de Francisco siempre fueron apreciadas por su efecto de luz y sombra. Su creación de luz sobre lienzo fue magnífica y esto le ayudó a capturar un ambiente cálido y acogedor en sus pinturas. En «The Parasol» o «The Quitasol», también ha utilizado pintura blanca de plomo para crear líneas de brillo y sombras. La elegancia y la belleza de este cuadro, sumergido en el ‘Clasicismo’, siempre hizo que la gente le admirara en el Museo del Prado de Madrid, donde se encuentra actualmente expuesto.